Te comparto la reflexión correspondiente a la Solemnidad de Corpus Christi (el Cuerpo y Sangre de Cristo), sobre las lecturas de la Biblia que se proclaman durante la Eucaristía de este día.
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Nota acerca de la fecha: En el 2014, corresponde al Domingo 22 de Junio.
Moisés
habló al pueblo diciendo: "Acuérdate del largo camino que el Señor, tu
Dios, te hizo recorrer por el desierto durante esos cuarenta años. Allí Él te
afligió y te puso a prueba, para conocer el fondo de tu corazón y ver si eres
capaz o no de guardar sus mandamientos. Te afligió y te hizo sentir hambre,
pero te dio a comer el maná, ese alimento que ni tú ni tus padres conocían,
para enseñarte que el hombre no vive solamente de pan, sino de todo lo que sale
de la boca del Señor. No olvides al Señor tu Dios, que te hizo salir de Egipto,
de un lugar de esclavitud, y te condujo por ese inmenso y temible desierto,
entre serpientes abrasadoras y escorpiones. No olvides al Señor, tu Dios, que
en esa tierra sedienta y sin agua, hizo brotar para ti agua de la roca, y en el
desierto te alimentó con el maná, un alimento que no conocieron tus
padres."
¡Glorifica
al Señor, Jerusalén,
alaba a tu Dios, Sión!
El reforzó los cerrojos de tus puertas
y bendijo a tus hijos dentro de ti.
El asegura la paz en tus fronteras
y te sacia con lo mejor del trigo.
Envía su mensaje a la tierra,
su palabra corre velozmente.
Revela su palabra a Jacob,
sus preceptos y mandatos a Israel:
a ningún otro pueblo trató así
ni le dio a conocer sus mandamientos.
Hermanos:
La copa de bendición que bendecimos, ¿no es acaso comunión con la Sangre de
Cristo? Y el pan que partimos, ¿no es comunión con el Cuerpo de Cristo? Ya que
hay un solo pan, todos nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo Cuerpo,
porque participamos de ese único pan. Pensemos en Israel según la carne:
aquellos que comen las víctimas, ¿no están acaso en comunión con el altar?
Jesús dijo a los judíos: "Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo". Los judíos discutían entre sí, diciendo: "¿Cómo este hombre puede darnos a comer su carne?". Jesús les respondió: "Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Porque mi carne es la verdadera comida y mi sangre, la verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él. Así como yo, que he sido enviado por el Padre que tiene Vida, vivo por el Padre, de la misma manera, el que me come vivirá por mí. Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron sus padres y murieron. El que coma de este pan vivirá eternamente".
Te comparto algunas reflexiones acerca de las lecturas anteriores:
¿Nos hemos preguntado alguna vez qué significa la Eucaristía que celebramos cada domingo? En realidad, la solemnidad del Cuerpo y de la Sangre de Cristo pretende mostrarnos e introducirnos en este misterio. ¿Te has preguntado cuántas eucaristías se celebran a diario en el mundo? ¿Cuántas eucaristías se celebran cada domingo en tu ciudad? Muchas, sin duda, pero ¿sabemos lo que celebramos? ¿Somos conscientes de las implicaciones que esta celebración tiene para la vida? Veamos algunos elementos a partir de las lecturas.
En la Primera Lectura Moisés habla al pueblo antes de hacerlo entrar en la tierra prometida. Claro, todavía no se habla de eucaristía, pero en esta experiencia aparecen algunos aspectos que nos ayudarán a comprenderla. En sus discursos Moisés expresa una honda espiritualidad. Moisés hace memoria del pasado. Qué importante es no perder la memoria, tener conciencia del camino recorrido, explicitar los aprendizajes del camino, las grandes intuiciones y percepciones y los grandes hitos del proceso de maduración (personal y comunitaria) que se han vivido. Esa memoria nos muestra que lo que somos es el resultado del camino hecho y de la forma como hemos ido integrando y “digiriendo” las experiencias. Lee con atención el libro del Deuteronomio y cuenta (por curiosidad) cuántas veces aparece la palabra RECUERDA. La falta de memoria produce ingratitud y hace que se olvide de dónde salimos y para dónde vamos.
La memoria nos permite ver que Dios no sólo ha entrado en un momento dado en nuestra historia (y en la historia del pueblo de la Biblia), sino que ha estado presente en todos los momentos: algunos alegres (en los que ha reído con nosotros) y otros tristes (en los que ha llorado con nosotros y hasta nos ha cargado en sus brazos). Dios nunca nos ha abandonado, porque su amor es fiel.
Se destaca, en el caminar de este pueblo, el tránsito por el desierto. A veces no comprendemos esta imagen tan presente en la Biblia. Pensamos que se trata simplemente de atravesar una extensión geográfica árida. La cosa es – desde el punto de vista teológico - más compleja: el desierto es símbolo de la experiencia de purificación (de nuestro espíritu, de nuestra manera de vivir, de la misma fe). ¿Hemos pensado en cuánta basura se nos va metiendo y de la que debemos purificarnos constantemente? El desierto es símbolo de soledad, de experiencias extremas de hambre y sed; experiencias que nos ponen a prueba. ¿Qué experiencias nos han puesto a prueba? ¿De qué sentimos hambre y sed? Más allá del hambre y de la sed físicas (que abundan en nuestro mundo), hay otros tipos de hambre y de sed: ¿qué hay del hambre de amor, de sentido, de espiritualidad, de paz, de justicia, de bondad, de crecimiento, de realización, de Dios? El desierto es el lugar en el que no se tiene nada y en el que no vale la pena caminar cargado de muchas cosas. Tanta cosa dificultaría el movimiento. El desierto es, pues, el lugar en el que no cabe cargar con cosas innecesarias. Hay que apostarle a lo esencial. El desierto es, pues, el lugar del vaciamiento, de la simplicidad, de la justa medida: es la experiencia de no aferrarse a nada…Sólo a Dios.
Al leer la Biblia podemos darnos cuenta que, una vez que el pueblo entra a la Tierra Prometida, progresivamente se transforma en una sociedad próspera y abundante. Es entonces cuando aparece la gran tentación (el gran pecado): olvidarse de Dios y olvidarse del otro, de los otros; hacerse el desentendido, despreocuparse de lo que pasa alrededor. Con la abundancia viene el exceso de comodidad, la superficialidad, la pérdida de la medida, la indolencia, la insensibilidad, la individualidad. Por eso se le recuerda al pueblo que no sólo de pan se vive, sino que el mejor alimento es el pan que Dios da (es decir, su amor, su espíritu, su salvación).
En la Segunda Lectura san Pablo orienta a la comunidad cristiana de Corinto (y a través de ella a todos los cristianos) acerca de los peligros de división. Aprovecha la ocasión para dejar claro el sentido de la Eucaristía: en ella tanto el cáliz como el pan se comparten; es más, todos beben del mismo cáliz y comen el pan que está en mismo plato. En este sentido el Vino y el Pan nos unen, nos hacen sentir de la misma familia. A san Pablo le interesa subrayar la unión de todos (los creyentes) en el cuerpo y la sangre de Cristo (es decir, con su existencia total). ¡Qué contradicción celebrar la eucaristía y al mismo tiempo ser fuente de división o transformarse en agente de exclusión!. Ser cristiano es comprometerse a fondo con la unidad, la fraternidad, el amor, la solidaridad, el servicio. Y esto no sólo dentro de la iglesia, sino también fuera, en la sociedad donde la iglesia no es la única realidad. Si lo anterior no está claro, nuestras Eucaristías quedan vacías de sentido y se transforman en un mero rito religioso (para cumplirle a un falso dios, porque el verdadero pide amor, unidad, participación, solidaridad). San Pablo acentúa el tema con la comparación "el Pan es uno... nosotros somos muchos"... para concluir que al comulgar "formamos un solo cuerpo". Somos un solo cuerpo con el anciano de la primera banca de la capilla, con el niño que corretea por la iglesia, con el sacristán, con el lector, con el que colabora animando los cantos, con quien atiende el parqueadero, con el creyente que no pudo ir a misa, con todos. Somos un cuerpo…hacemos cuerpo con toda la humanidad, con toda la creación.
En el Evangelio, san Juan (su autor) desarrolla – a lo largo del capítulo 6 –lo que los estudiosos de la Biblia han llamado “el discurso del pan de vida”. Es un discurso eucarístico. En él hay una relación entre comer el cuerpo de Cristo (es decir, dejar a Jesucristo existir en nosotros) y la vida eterna ("quien coma de este pan, vivirá para siempre"). Jesús mediante una fórmula fabricada con la metáfora del pan (alimento) se declara: "Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo". No se trata de volverse antropófago, sino de comprender la metáfora del alimento. ¿Qué es lo que realmente alimenta tu vida? Si nos preocupamos por la calidad del alimento material que ingerimos, ¿por qué no preocuparnos – y con mayor razón – de aquello que dejamos entrar en nuestro espíritu?
Cuando Jesús dijo a sus oyentes “Yo soy el pan de vida”, muchos no entendieron. Sucede lo mismo en nuestros días. Sin fe es imposible entender este gran misterio de la eucaristía. Sin fe es imposible captar el sentido que encierran estas palabras y su alcance en la vida. Sin fe los sacramentos se vuelven oscuros e incomprensibles. Pero desde la fe podemos afirmar con propiedad que Jesús es el Pan de Vida que Dios da, es decir, Aquel que ha venido de Dios para saciar definitivamente las hambrunas enraizadas en el corazón humano. Las profundas insatisfacciones, que son muchas.
Habitado por Jesucristo, el creyente comprende la vida desde otra perspectiva: la perspectiva del amor, del servicio, de la verdad, de la justicia, de la solidaridad, de la fraternidad. Y al comprenderla así él mismo se transforma en pan para otros, es decir, será capaz de “partirse” y de “compartirse”, de gastarse por otros, superando sus tendencias egoístas. Esto es realmente la eucaristía.
Al comulgar el cuerpo y la sangre de Cristo el creyente no solo recibe algo (una hostia consagrada), sino que se identifica, se une a Cristo y es capacitado por él para vivir y entregar una vida digna... Se transforma así en alguien semejante a Aquel que recibió en la comunión.
En la fiesta de hoy proclamamos a Jesús, Pan de vida, ante las hambres de nuestros desiertos. Jesús es el verdadero maná que Dios da a la humanidad. Todos los demás panes no logran saciar plenamente las ansias de hambre del corazón humano... Viene entonces Jesús con su palabra y sus gestos, con su propuesta de Reino y Alianza y hace posible un mundo lleno de posibilidades en donde todo se comparte y nadie pasa necesidad.
Te invito a que continuemos con la reflexión haciéndonos las siguientes preguntas:
· ¿Es mi vida realmente un "compartir"?
· ¿Dónde queda el hambre de tanta gente en el mundo?
Por último, te invito a que hagamos juntos la siguiente oración:
Señor Jesús, que partiste y repartiste amorosamente tu pan, tu vino, tu cuerpo y tu sangre… tu existencia; te pedimos que cada vez que nosotros celebremos la Eucaristía, "en memoria tuya", renovemos nuestra decisión de seguir partiendo y repartiendo la nuestra al servicio de los demás, comprometidos en la construcción de un mundo más humano y fraterno. Te lo pedimos a ti, que nos diste ejemplo para que nosotros hagamos lo mismo. Amén.
¿Tienes alguna pregunta, duda, inquietud, sugerencia o comentario acerca de estas reflexiones?
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