La pandemia
originada por el Coronavirus nos hace preguntarnos si estamos ante el comienzo
del gran castigo predicho en el libro del Apocalipsis.
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Al
respecto de este cuestionamiento, Monseñor Athanasius Schneider, obispo auxiliar de Santa María de
Astaná (Kazajstán), afirma lo siguiente (en una entrevista publicada por el
portal Adelante la Fe el 27 de marzo de 2020):
“La situación que estamos viviendo nos brinda
fundamentos más que razonables para pensar que nos hallamos a las puertas de
los tiempos apocalípticos, que comprenderán castigos divinos”.
“Nuestro Señor aludió a la profecía de Daniel:
«Cuando veáis, pues, la abominación de la desolación, predicha por el profeta
Daniel, instalada en el lugar santo –el que lee, entiéndalo– …». Dice el
Apocalipsis que la Iglesia tendrá que huir por un tiempo al desierto (V.
Apoc.12,14). La interrupción casi general del Sacrificio público de la Misa se
podría interpretar como una huida a un desierto espiritual”.
“Lo lamentable de esta situación es que muchos integrantes de la jerarquía católica no se dan cuenta de que la situación que vivimos es de tribulación”.
“No la ven como un castigo divino, es decir, como una visita de Dios en el sentido bíblico”.
“Estas palabras del Señor se aplican a muchos sacerdotes en medio de la epidemia física y espiritual que atravesamos: «No conociste el tiempo en que has sido visitada» (Lc.19,44)”.
“Este fuego que arde para prueba (cf.1 Pe. 4,12) tienen que tomárselo en serio el Papa y los prelados a fin de que dirijan a toda la Iglesia a una profunda conversión”.
“En caso contrario, se podrá aplicar a esta situación la moraleja de la historia que contaba Sören Kierkegaard: «En un teatro, se produjo un incendio entre bastidores. El payaso salió al escenario para advertir a los espectadores. Éstos creyeron que se trataba de un chiste, y aplaudieron. Lo repitió, y los aplausos fueron más atronadores”.
“Yo creo que será así como acabe el mundo: en medio del aplauso general de los genios a los que le parece una broma»”.
“La única reacción que cabe en tribulaciones,
catástrofes, epidemias y situaciones por el estilo –todas ellas instrumentos en
manos de la Divina Providencia para despertar a los hombres del sueño del
pecado y la indiferencia hacia los mandamientos de Dios y la vida eterna– es la
penitencia y una sincera conversión a Dios”.
“En la siguiente oración, el profeta Daniel da a los fieles de todos los tiempos un ejemplo de cuál debe ser su verdadera actitud y de cómo deben desempeñarse y rezar en tiempos difíciles:
«Todo Israel ha traspasado
tu Ley y se ha apartado para no oír tu voz […] Inclina, Dios mío, tu oído y
escucha; abre tus ojos y mira nuestras ruinas, y a la ciudad, sobre la cual ha
sido invocado tu Nombre pues derramamos nuestros ruegos ante tu rostro,
confiando, no en nuestras justicias, sino en tus grandes misericordias.
¡Escucha, Señor! ¡Perdona, Señor! ¡Presta atención, Señor, y obra! ¡No tardes,
por amor de Ti, oh Dios mío!, porque sobre tu ciudad y tu pueblo ha sido
invocado tu Nombre» (Dan. 9,11; 18-19)”.
¿Será que por fin vamos a escuchar el
grito del Señor desde el cielo, exhortándonos a volvernos a Él y reorientar nuestra
vida hacia lo fundamental, es decir, hacia la salvación de nuestra alma, para poder
acceder a la Vida Eterna en unión con Él?
O, ¿Será que, por el contrario, vamos a
continuar sordos, posponiendo la solución al mal fundamental que es el del alma
alejada de Dios, esperando tan solo a que llegue la solución humana (la vacuna)
al mal físico, para que “todo siga igual”?
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surgimiento del Coronavirus y su relación con el Sínodo de la Amazonía"
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