En Defensa de la Fe


¿Cómo será el último día de mi vida?

¿Será que voy a estar en estado de gracia para alcanzar la Salvación Eterna? O ¿será que voy a estar en pecado mortal, sin la posibilidad de confesarme, y por lo mismo voy a condenarme eternamente en el Infierno?


El régimen común (es decir, lo más normal) es que un alma que logra salvarse, deberá pasar por el Purgatorio (antes de subir al Cielo) para purificarse de los pecados que no haya podido reparar aquí en la Tierra (mediante actos de reparación, expiatorios, sacrificios, ofrecimiento de sufrimientos y demás).


Y en cuanto a los que aún estamos vivos, nuestro deber es rezar por las benditas almas del Purgatorio, especialmente por las de nuestros seres queridos, para ayudarlas a acortar su paso por el Purgatorio. Valga decir que las almas en el Purgatorio no pueden ayudarse a sí mismas; por eso necesitan de nuestras oraciones, de que ofrezcamos Santas Misas por ellas, de que apliquemos indulgencias por ellas, en especial las indulgencias plenarias durante la Semana de Difuntos (es decir, la semana a partir del 2 de noviembre que es el día en que se conmemoran todos los fieles difuntos).


Rezar por los difuntos es una obra de misericordia fundamental. Lo que hagamos en beneficio de los difuntos redundará en beneficio nuestro cuando nos toque el turno de morir.


Recordemos que los castigos en el Purgatorio son como los del Infierno, con la diferencia de que no son para siempre.



Normalmente Dios no nos revela cuándo nos va a llegar la muerte. Entonces, si es así, ¿por qué no ocuparnos desde ya de nuestro bien morir: con Su Gracia…   1. esperar nunca cometer un pecado mortal; 2. estar siempre tratando de corregir los pecados veniales, los defectos, etcétera, etcétera; 3. pagar en vida por los pecados que hayamos cometido (por ejemplo, haciendo sacrificios).Una madre católica recuerda lo que deben ser los verdaderos sentimientos cristianos. En lugar de entregarse a un dolor desmesurado por su hijo difunto, se aplica a las buenas obras que deben aliviar su alma. Los verdaderos cristianos consideran que el primero y más sagrado de todos sus deberes es proporcionar a sus parientes y amigos difuntos toda la ayuda posible para que salgan lo más pronto posible del Purgatorio.



Aprovechemos estas y otras reflexiones que Monseñor Fernando Altamira nos comparte en la siguiente prédica, para que, entre otras cosas, nos ayuden a mantener presente la pregunta: ¿Cómo será el último día de nuestras vidas?






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