Te comparto la reflexión correspondiente a la Solemnidad de la Ascensión del Señor Ciclo C, sobre las lecturas de la Biblia que se proclaman durante la Eucaristía de este día.
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Nota acerca de la fecha: En el 2016, corresponde al Domingo 8 de Mayo.
La solemnidad de la Ascensión de Jesús nos hace pensar en el punto de
llegada de nuestro caminar y en la realización plena de aquello que nuestra fe
espera y desea. Se trata de llegar a la comunión definitiva con Dios.
Pero esta plenitud está asociada a la misión. No debemos quedarnos mirando
hacia ‘arriba’ (simbólicamente, el cielo), perdiendo el contacto con ‘lo de
abajo’ (simbólicamente, la tierra, la historia). Debemos mantener unidos
estos dos polos: nuestro deseo de Dios y de plenitud y nuestro compromiso con
la historia y con la creación.
Lo vieron levantarse
En mi primer libro, querido Teófilo, escribí de todo lo que Jesús fue haciendo y enseñando hasta el día en que dio instrucciones a los apóstoles, que había escogido, movido por el Espíritu Santo, y ascendió al cielo. Se les presentó después de su pasión, dándoles numerosas pruebas de que estaba vivo, y, apareciéndoseles durante cuarenta días, les habló del reino de Dios. Una vez que comían juntos, les recomendó: "No os alejéis de Jerusalén; aguardad a que se cumpla la promesa de mi Padre, de la que yo os he hablado. Juan bautizó con agua, dentro de pocos días vosotros seréis bautizados con Espíritu Santo." Ellos lo rodearon preguntándole: "Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino de Israel?" Jesús contestó: "No os toca a vosotros conocer los tiempos y las fechas que el Padre ha establecido con su autoridad. Cuando el Espíritu Santo descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza para ser mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los confines del mundo." Dicho esto, lo vieron levantarse, hasta que una nube se los quitó de la vista. Mientras miraban fijos al cielo, viéndolo irse, se les presentaron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron: "Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que os ha dejado para subir al cielo volverá como le habéis visto marcharse."
En la primera lectura, se hace énfasis en el tema central de esta fiesta de la Ascensión. Luego de haber revelado e inaugurado el proyecto de Dios Padre, Jesús entra en la vida definitiva y plena (superando totalmente la caducidad que impone la muerte). Esa misma vida se abre para todos los que lo siguen. La gran promesa del Nuevo Testamento es que aquello que aconteció en Jesús de Nazaret, acontecerá en todos los que lo siguen con fidelidad. Por eso los discípulos no pueden quedarse – en actitud pasiva – mirando para el cielo, sino viviendo una vida acorde con la vocación y misión que han recibido.
Recordemos que el libro de Hechos se dirige primariamente a las comunidades cristianas que están pasando, en el siglo I, un período de crisis. Estamos cerca de los años 80 del primer siglo de la era cristiana. Ya ha pasado la etapa de la expectativa de la inminente venida (Parusía) de Jesús en su gloria, para instaurar el Reino de Dios, pero hay una cierta desilusión. Vienen las dificultades, la monotonía, las disputas doctrinales y la experiencia cristiana se va adormeciendo, se va haciendo rutinaria y poco comprometida. Se va cayendo en un cristianismo un poco superficial, carente de entusiasmo. En este contexto, Lucas (autor del libro de Hechos) escribe, para anunciar a los cristianos que el proyecto de salvación, que Dios Padre reveló en la persona de Jesús no ha pasado, sino que ha pasado a manos de la Iglesia, que ella es la responsable de darle continuidad y que, por tanto, los cristianos no se deben dormir. Se reclama así una actitud nueva, un empuje nuevo.
¿No estaremos necesitando de ese nuevo empuje y de esa nueva actitud?
Lucas recuerda que la construcción del Reino de Dios no es una tarea terminada, sino que es necesario concretarla en la historia, en la vida cotidiana. Cada uno debe discernir cómo hacer presente el Reino de Dios en su vida, en su entorno y actuar en consecuencia.
El tema de la despedida de Jesús está ligado al de los 40 días que mediaron entre su Resurrección y su Ascensión (recordemos que Lucas usa un esquema teológico-histórico, para presentar su catequesis sobre Jesús. Por eso divide el proceso en etapas). Estos 40 días sirvieron para que el Resucitado recordara a sus discípulos lo que les había enseñado acerca del Reino. El número 40 es simbólico-teológico. Simboliza el tiempo necesario para que el discípulo pueda interiorizar lo que ha aprendido de su maestro y esté preparado para comunicarlo. No es un tiempo cronológico, sino teológico. Un kairós.
Las palabras de Jesús ponen el acento en la venida del Espíritu Santo y la comunión que deberá darse entre el discípulo y este Espíritu, y, el testimonio que los discípulos deben dar allí donde se encuentren, de modo que por este testimonio Jesús sea conocido ‘hasta los confines de la tierra’ (Hechos 1, 8). Por eso, al leer el conjunto del libro de Hechos, se destaca la acción de este Espíritu de Dios (el Espíritu Santo) impulsando, animando, fortaleciendo y orientando a la Iglesia.
¿Estamos escuchando atentamente lo que el Espíritu nos dice? ¿Lo que dice a las Iglesias?
Obviamente, el relato de la Ascensión que nos es propuesto, debe ser interpretado para no perdernos ni enredarnos en el ropaje de los símbolos a través del cual se expresa:
1) La elevación de Jesús a los cielos: no estamos hablando de una persona que – como un cohete – se eleva, sino de la exaltación y entrada plena de Jesús al ámbito de lo divino. Es la forma simbólico-teológica del texto que nos habla del punto de llegada de una vida humana puesta totalmente al servicio de Dios.
2) La nube: la hemos encontrado en diferentes textos. En el relato del Éxodo, simboliza la presencia de Dios, que guía el caminar del pueblo hacia la liberación. En el relato del bautismo de Jesús, simbolizando la presencia y, al mismo tiempo, la trascendencia de Dios. La nube expresa y esconde la presencia de lo divino: nos dice que Dios está presente en nuestra vida, pero que nosotros los humanos no lo podemos manipular; Él nos trasciende. La nube – en este relato de la Ascensión – significa que Jesús sigue presente en nuestra vida (en la vida de sus discípulos), pero que ahora trasciende lo espacio temporal.
3) La mirada de los discípulos dirigida al cielo: Significa la expectativa de la comunidad creyente, que espera ansiosamente la Segunda Venida de Cristo (es decir, la Parusía), a fin de llevar a término el proyecto de Dios. Es válido – en este sentido – mirar al cielo, pero sin desligarnos de nuestras responsabilidades históricas. Es en la vida cotidiana donde hay que continuar el camino, pero animados por el Espíritu de Dios (es decir, el Espíritu Santo). ¿Sabemos integrar estas dos miradas: hacia el cielo y hacia la tierra?
Con el relato de la Ascensión se nos quiere ayudar a tomar conciencia de varias cosas:
Lo sentó a su derecha en el cielo
Hermanos: Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo. Ilumine los ojos de vuestro corazón, para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama, cuál la riqueza de gloria que da en herencia a los santos, y cuál la extraordinaria grandeza de su poder para nosotros, los que creemos, según la eficacia de su fuerza poderosa, que desplegó en Cristo, resucitándolo de entre los muertos y sentándolo a su derecha en el cielo, por encima de todo principado, potestad, fuerza y dominación, y por encima de todo nombre conocido, no sólo en este mundo, sino en el futuro. Y todo lo puso bajo sus pies, y lo dio a la Iglesia como cabeza, sobre todo. Ella es su cuerpo, plenitud del que lo acaba todo en todos.
La segunda lectura hace énfasis en la esperanza que debe acompañar y alimentar la vida de los seguidores de Jesús en su paso por la historia. Esa esperanza debe desarrollarse, pero en clave de comunidad. No estamos solos en este mundo, compartimos con otros la fe (y formamos con ellos un cuerpo = la Iglesia) y compartimos la condición humana con todos (y formamos con ellos, también, un solo cuerpo = la humanidad), pertenezcan o no a nuestra religión. No se vive la fe en Dios de una manera individualista y aislada, sino en comunión profunda con todos.
El texto propuesto está conectado con una oración de Pablo que pide a Dios para que los destinatarios de su carta conozcan y sean conscientes de ‘la esperanza a la que han sido llamados’. El fundamento que da credibilidad a esa esperanza del cristiano es, precisamente, lo que Dios hizo con su Hijo Jesús: lo resucitó de entre los muertos, lo rehabilitó y lo acogió en su plenitud. Lo glorificó, lo exaltó (es lo que se quiere decir cuando se emplea la expresión ‘lo sentó a su derecha’).
Pablo subraya, con su lenguaje, la indiscutible primacía de Jesús: está por encima de los ángeles y es, también, la cabeza de la Iglesia (que es su cuerpo). Si el cuerpo queda sin cabeza (es decir, si la Iglesia pierde a Jesús) pierde su núcleo, su razón de ser, aquel que la anima y es su fundamento. Si la cabeza pierde al cuerpo (es decir, Jesús se queda sin cuerpo) no habrá manera histórica de continuar su misión en el mundo.
Lo que Pablo quiere subrayar es la unidad indisoluble entre Cristo y la Iglesia. Entre ellos hay una comunión de vida, de destino, de proyecto y de amor. Es la cabeza la que marca la dirección del cuerpo; es el cuerpo el que permite la expresión y expansión creativa de la cabeza. Es en este sentido que se habla de una obediencia del cuerpo (Iglesia) a la cabeza (Jesucristo).
Esta lectura quiere hacernos caer en cuenta de varios elementos:
Mientras los bendecía, iba subiendo al cielo
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto. Yo os enviaré lo que mi Padre ha prometido; vosotros quedaos en la ciudad, hasta que os revistáis de la fuerza de lo alto." Después los sacó hacia Betania y, levantando las manos, los bendijo. Y mientras los bendecía se separó de ellos, subiendo hacia el cielo. Ellos se postraron ante Él y se volvieron a Jerusalén con gran alegría; y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios.
El evangelio nos presenta las palabras de despedida del Jesús histórico a sus discípulos. En esa despedida se mezclan varios aspectos: la misión que les queda por hacer; la alegría que debe habitar sus corazones (la alegría de ser amados por Dios, de participar en la misión, de caminar hacia Dios, de hacer parte del proyecto de Dios, de haber encontrado en Dios y a través de su Hijo el sentido de la vida, de contar con la asistencia del Espíritu).
El texto del evangelio nos sitúa en plena experiencia Pascual. Cristo resucitado ya se ha manifestado a los discípulos de Emaús y a los Once, en el cenáculo. Jesús, antes de entrar plenamente en la dimensión de Dios, deja sus últimas instrucciones. Es en estas instrucciones en las que debemos concentrarnos, si es que hemos entendido bien la relación del cuerpo (Iglesia) con la cabeza (Jesús).
Destaquemos algunos puntos:
A. Su resurrección.
B. Su paso por este mundo haciendo el bien.
C. La experiencia liberadora del amor de Dios.
D. La experiencia de transformación real y de alegría que produce esta comunión con Jesús.
Esta es la invitación que se nos hace en esta celebración de la Ascensión. Pasemos, ahora, de la meditación del contenido de esta fiesta a la vivencia de lo que ella significa.
Terminemos nuestra reflexión orando con el…
Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas.
Pueblos todos batid palmas, aclamad a Dios con gritos de júbilo; porque el Señor es sublime y terrible, emperador de toda la tierra. R.
Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas; tocad para Dios, tocad, tocad para nuestro Rey, tocad. R.
Porque Dios es el rey del mundo; tocad con maestría. Dios reina sobre las naciones, Dios se sienta en su trono sagrado. R.
¿Tienes alguna pregunta, duda, inquietud, sugerencia o comentario acerca de estas reflexiones?
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