En Defensa de la Fe


Adviento, ¿qué es este Tiempo?

Adviento enmarca el comienzo de un nuevo año litúrgico. Es el tiempo en que los cristianos nos preparamos para la venida de Jesucristo. Comprende las 4 semanas antes de Navidad.

 

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Nota acerca de la fecha: En el 2013, el comienzo de este tiempo corresponde al Domingo 1° de Diciembre.


 

En lugar de la meditación acostumbrada sobre las lecturas para este domingo, que es el primero del nuevo Año Litúrgico, te comparto una reflexión sobre el significado de este tiempo.

Guardo la esperanza de que ella te ayude a vivir mejor la propuesta de la Liturgia y a comprender más el contenido de las lecturas que se proclaman durante todos los domingos que constituyen este tiempo.

 

01.    El Adviento es la época del ciclo litúrgico en que nos preparamos para la venida de Jesucristo. La palabra «Adviento»; este término no significa solamente «espera», sino que – traduciendo la palabra griega parusía, que significa «presencia», «llegada» - quiere decir, presencia comenzada.

 

02.    La venida de Cristo a la tierra se entiende dentro de un plan de Dios, que es una propuesta para la humanidad entera.  La persona de Jesucristo es la plenitud de la propuesta de Dios dentro de ese plan.

 

03.    Pero más que una venida hay que hablar de diversas venidas de Cristo: 1) la primera es su venida terrena (venida en la carne), 2) la segunda es la venida espiritual cotidiana (Allí donde dos o tres estén reunidos en mi nombre allí estoy yo en medio de ellos) (venida en el espíritu), y, 3) la tercera es la venida definitiva (venida escatológica-gloriosa, al final de todo el proceso histórico), en la cual todo llegará a su plenitud.

 

04.    Por la primera venida Cristo comparte nuestra humanidad y realiza la misión encomendada por Dios (Padre); por la segunda (Cristo acompaña a su Iglesia y, por ella y a través de ella, se hace presente en  el mundo. Por la tercera Cristo lleva a perfección toda la creación y se la entrega transfigurada al Padre Dios. Esta tercera venida supone una evaluación (juicio) definitivo.

 

05.    De manera pedagógica,  a través de un esquema histórico-salvífico, la liturgia de la Iglesia nos prepara para la primera venida (el nacimiento de Jesús, el Cristo). Esta es, propiamente la natividad o Navidad.  El problema no es sólo que nazca un niño (en Belén), sino el significado de este niño, su identidad teológica, su misión salvadora y la propuesta de Dios que – a través de él – llega a la humanidad (primeramente al pueblo de Israel y, desde el este pueblo, a toda la humanidad).

 

06.    Desde esta perspectiva, el tiempo de Adviento tiene sentido en cuanto que se asume – en la experiencia espiritual personal y comunitaria- como un tiempo de esperanza (en aquel que viene y en la acción de Dios en él) y de preparación (para acoger al enviado de Dios y la propuesta de Dios que trae ese enviado “especial”).  Entonces hay que examinar cuál es mi actitud frente a estos acontecimientos que se acercan y en que estado me encuentro, es decir: ¿cómo está mi vida? ¿qué estoy haciendo con la existencia que Dios me concedió? ¿Para dónde voy? Por eso es importante ir a las raíces de nuestras actitudes, de nuestros comportamientos, de nuestros actos, para hacer que nuestra lógica de vida se articule armoniosamente con la lógica del Reino de Dios predicado por este Jesús que viene.

 

07.    La idea es que – cuando llegue Jesús – nosotros (nuestro yo profundo) esté realmente preparado y deseoso de recibir (acoger) a este enviado (Mesías) de Dios, que nos propondrá la vida como camino de crecimiento y como llamada a luchar contra el mal. 

 

08.    Esta preparación y esta vida que Jesús propone no está exenta de peligros. El mal aparece, en la vida humana, como una amenaza constante, como una posibilidad, como una fuerza misteriosa capaz de afectar al ser humano, de dominarlo, de poseerlo (por eso hasta Jesús vivió la experiencia de las tentaciones). La idea es vencer al mal a fuerza de bien y la gran tarea es comprometernos en la lucha contra el mal, que en la historia y en el mundo asume muy diversas formas. Valdría la pena examinar la sociedad para ver la multifacética presencia del mal. ¿Por qué no garantizar – con nuestro esfuerzo y la ayuda de Dios – la multifacética presencia del bien?

 

09.    ¿Qué debemos hacer? Entrar en la lógica de Dios. ¿Cómo hacerlo? La misma liturgia plantea varias posibilidades: 1) mantener la conciencia y el corazón despiertos (por eso se pide al creyente intensificar la oración); 2) alimentar el deseo de santidad, es decir, el deseo de tener  y dejar desarrollar en nosotros los mismos sentimientos de Jesucristo (Carta a los Filipenses 2, 5 y siguientes); 3) vivir experiencias de reconciliación, porque nuestra vida y nuestras relaciones se fragmentan, se rompen, se hieren. Reconciliarse es, entonces, la experiencia de recomponer, de restaurar la vida en todas sus dimensiones. No podemos pretender estar reconciliados con nosotros mismos y con Dios si estamos separados del (de los) otro (s) ; 4) Vivir la solidaridad, pues necesitados siempre habrá en medio de nosotros. La solidaridad es la expresión concreta de la fraternidad. Solidarizarse es superar el discurso y desembocar en la práctica concreta.  

 

10.    Para ayudarnos a vivir esta experiencia de adviento la liturgia nos propone unas ayudas. Y ¿qué mejor ayuda que unos buenos maestros espirituales? Por eso nos propone, durante este tiempo, meditar en dos personajes especiales: Juan Bautista y María:  a través de las narraciones en las que aparecen estos dos personajes lo que hay que captar es su experiencia espiritual, la propuesta que Dios les hace, las misiones que deben asumir, la respuesta que ellos dieron a Dios, la creatividad que tuvieron, los dramas que tuvieron que enfrentar, las crisis por las que pasaron, los crecimientos que tuvieron, las enseñanzas que nos dejaron, los llamados que cada uno de ellos dirigió en su época (y desde su época a todo el mundo).

 

11.    No debemos olvidar que detrás de toda la propuesta de Dios está su amor desbordante y la salvación (entendida en toda su profundidad y extensión). En este sentido vale la pena tener en cuenta la conocida frase de Pascal:   Una sola alma es, más valiosa que el universo visible.  Vivir el Adviento es más que caer en la trampa de una navidad comercial, que es una desfiguración capitalista de una tradición religiosa que – de tan desfigurada – ya ni la misma población cristiana conoce bien y, si no la conoce, no la puede vivir adecuadamente.  

 

12.    El tiempo del adviento nos introduce en el año litúrgico, que debe ser entendido como un camino espiritual, en el que – a través de la relación viva con Jesucristo – lo que se debe buscar es crecer integralmente, madurar en el amor, desplegar todas las potencialidades de la inteligencia espiritual,    vencer las ilusiones, los engaños y autoengaños que se presentan en los laberintos de la vida, afinar el oído del espíritu para percibir lo invisible (la acción de Dios).

 

En realidad todo el camino del año litúrgico propone una pedagogía y un itinerario en el que la persona y la comunidad de creyentes asume, de manera seria y honesta, un constante proceso de cambio que nunca acaba (ese proceso de cambio se conoce con el término METANÓIA). Se trata de dar a la vida una nueva dirección (desde la relación personal con Jesucristo): en esa nueva dirección, a medida que la persona avanza, cambia su manera de pensar (mente); cambian sus sentimientos (corazón); cambian sus prácticas (acción);  cambian sus hábitos (estilo de vida) y al cambiar e interactuar con su entorno la persona irradia formas alternativas de existir y de convivir. Ese es el aporte fundamental del creyente cristiano. Es así como Dios se hace presente en el mundo a través de la iglesia, aunque – obvio – no se agote en ella.  
 

¿Tienes alguna pregunta, duda, inquietud, sugerencia o comentario acerca de estas reflexiones?

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