Te comparto la reflexión correspondiente al 14 Domingo del Tiempo Ordinario (ciclo A), sobre las lecturas de la Biblia que se proclaman durante la Eucaristía de este día.
(Note: This is a sponsor's page)
Nota acerca de la fecha: En el 2014, corresponde al Domingo 6 de Julio.
Así
habla el Señor: ¡Alégrate mucho, hija de Sión! ¡Grita de júbilo, hija de
Jerusalén! Mira que tu Rey viene hacia ti; él es justo y victorioso, es humilde
y está montado sobre un asno, sobre la cría de una burra. El suprimirá los
carros de Efraím y los caballos de Jerusalén; el arco de guerra será suprimido;
proclamará la paz a las naciones. Su dominio se extenderá de un mar hasta el
otro, y desde el Río hasta los confines de la tierra.
Hermanos:
Ustedes no están animados por la carne sino por el espíritu, dado que el
Espíritu de Dios habita en ustedes. El que no tiene el Espíritu de Cristo no
puede ser de Cristo. Y si el Espíritu de aquel que resucitó a Jesús habita en
ustedes, el que resucitó a Cristo Jesús también dará vida a sus cuerpos
mortales, por medio del mismo Espíritu que habita en ustedes. Hermanos,
nosotros no somos deudores de la carne, para vivir de una manera carnal. Si
ustedes viven según la carne, morirán. Al contrario, si hacen morir las obras
de la carne por medio del Espíritu, entonces vivirán.
Jesús dijo: "Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido. Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, así como nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré. Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio. Porque mi yugo es suave y mi carga liviana".
Te comparto algunas reflexiones acerca de las lecturas anteriores:
Confesamos en nuestra fe cristiana que Jesús es el “Mesías” (palabra que significa “Enviado por Dios” y que se tradujo al griego como “Cristo”, que significa “Ungido de Dios”). Pero ¿Qué tipo de Mesías habita nuestros pensamientos? ¿Cuál es la idea de Mesías que nos fabricamos? En la época de Jesús había varias corrientes socio-religiosas y cada una de ellas se había fabricado su propia idea de Mesías. Para unos (la corriente de los Zelotes o Celotes) el Mesías tendría que ser un guerrero revolucionario nacionalista que acabaría con la dominación impuesta por el imperio romano. Para otros (los Fariseos) el Mesías debería ser un Maestro cumplidor minucioso de la Ley Mosaica. Para otros (la casta Sacerdotal) el Mesías debería ser un sacerdote (obviamente, con el concepto de sacerdocio propio de la época, muy preocupado por los rituales y las rúbricas cúlticas). Por eso, para los contemporáneos de Jesús el texto de la primera lectura (tomado del libro del profeta Zacarías) debía parecerles algo engorroso, pues allí se habla de un personaje que vendrá y gobernará a Israel, pero dicho líder no se caracterizará por el ejercicio de la fuerza militar, sino por ser humilde, pacífico y buscador de paz, abierto, acogedor (universal). Este texto será retomado – en clave mesiánica – y será aplicado, por los autores del Nuevo Testamento, a Jesús de Nazaret.
Ya en la época del profeta Zacarías (probablemente hacia el siglo VI antes de Cristo) estamos en plena etapa de reconstrucción de la nación, después de la dura experiencia del exilio impuesto por los babilonios del 587 al 536 antes de Cristo. Para esta época de reconstrucción el pueblo quería un líder que fuera capaz de encaminar la nación por los rumbos de la justicia, la paz y la solidaridad. Era esto lo que realmente el pueblo necesitaba para reconstruirse. ¿No necesitaremos hoy este tipo de líderes ya que estamos hablando de posconflicto?
Para el profeta Zacarías, el nuevo gobernante (y los nuevos líderes del pueblo) debía(n) distinguirse por la humildad, la justicia y su carácter pacífico. La humildad entendida como la capacidad para reconocer su pequeñez ante Dios y para andar en la verdad. La justicia como pilar de una nueva organización social en la que todos tuvieran la posibilidad de una vida digna y como herramienta para evitar los desequilibrios sociales (que fueron duramente denunciados por otros profetas como Amós). El pacifismo como la actitud básica y necesaria para solucionar los inevitables conflictos que se presentan en toda sociedad. Así las cosas, humildad, justicia y pacifismo aparecen como las grandes cualidades de que debe estar animada una sociedad para ser profundamente humana y acorde con la Voluntad de Dios. ¿Son estas cualidades nuestras características? ¿Qué lugar tienen estas cualidades en la sociedad actual y en el ejercicio del poder? ¿Habitan estas cualidades en nuestra iglesia?
Pero este era el ideal propuesto por Dios a través del profeta. El problema es que entre el ideal y la realidad de los comportamientos humanos hay siempre algo de distancia (a veces más, a veces menos). Siempre habrá personas y grupos particulares que busquen dominar, controlar, acaparar, aprovecharse. Así le pasó al pueblo de Israel que quiso restaurarse y así le ha sucedido y sucede a muchos otros pueblos. ¿Qué sucede en el ser humano para que llegue a esta situación? ¿Por qué nos cuesta tanto mantenernos en el horizonte de las verdaderas utopías?
En el pueblo de Israel (aquel de la época post-restauradora de que nos habla la Biblia) aparecieron grupos que se hicieron con el poder e impusieron una teocracia centralista y prepotente; y el sueño de apertura universal quedó nuevamente asfixiado. Se centró todo el poder en pocas familias que controlaban el Templo, el gobierno, la tierra, el comercio; y las desigualdades, denunciadas por Amós desde el siglo VIII antes de Cristo (interesante que leas el libro de este profeta), volvieron a aparecer. Y pulularon los pobres, los desclasados, los marginados. Este fue el mundo que encontró Jesús. Él percibió el egoísmo arraigado en el corazón. Quizá por ello afirmó que “pobres habrá siempre”. Una situación dura. Lo triste del asunto es que en no pocas ocasiones lo religioso sirvió para legitimar las inequidades y las exclusiones.
Mateo nos presenta, en su Evangelio, a Jesús como el Mesías paciente y humilde de corazón, en quien todos (especialmente los sufrientes) pueden confiar, porque no pretende oprimirlos, sino acogerlos y consolarlos: “Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré.” Detrás de esta postura está, sin duda, el texto de Zacarías, que Jesús seguramente escuchó y leyó en la sinagoga. Esta manera de sentir y de pensar nos permite comprender que Jesús no se identificó con los ideales mesiánicos vigentes en su época. De hecho no se “matricula” en ninguno de los grupos religiosos oficiales, sino que opta por entrar en el movimiento de Juan el Bautista, que acoge a todos los que no tienen cabida (atención a la exclusión) en aquella religión “oficial”. Con esta opción, Jesús deja claro que comprende que la Voluntad de Dios es la opción por el amor, por la misericordia y por la atención prioritaria a los que sufren. ¿Qué podemos decir de la exclusión, hoy? ¿Hacia dónde apuntan nuestras opciones?
Claro, no podemos pensar que una sola persona, por muy buena que sea transforme toda la sociedad. Se requiere de muchos y de un esfuerzo colectivo permanente para lograr la construcción de una sociedad diferente. La formación de la comunidad, la cimentación del tejido social, la purificación del ejercicio del poder, la superación de las formas de dominio, la lucha contra la corrupción, etc., piden la participación de las personas y de las instituciones y, sobre todo, un replanteamiento de la educación en todos los niveles. Educación, sí. Pero hay que pensar: ¿cuál? ¿Para qué? ¿Ligada a cuál proyecto de sociedad? ¿Sobre cuáles bases éticas? El aporte de la iglesia (de las iglesias) en este proyecto de humanidad nueva y de sociedades transformadas es clave. Lo importantes es que ellas no se queden centradas en sus intereses particulares. Ella(s) debe(n) aprovechar la sabiduría y experiencia de que dispone(n) para contribuir, pero debe(n) también aprender a trabajar con otras instancias.
Desde esta perspectiva podemos entender las palabras de Jesús en relación con su yugo: “Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón.” Ese yugo es su enseñanza, su visión, sus actitudes, su manera de vivir, su espíritu, su espiritualidad. Cargar ese yugo requiere una profunda transformación en nuestra manera de ver, de sentir, de pensar, de relacionarnos, de actuar. Cuando esa transformación se produce por la relación con Dios podemos hablar, en espiritualidad cristiana, de una verdadera CONVERSIÓN. De esto se trata el cristianismo, de CONVERSIÓN.
Terminemos
nuestra reflexión orando con el...
Te alabaré, Dios mío
y bendeciré tu Nombre eternamente
Te
alabaré, Dios mío, a ti, el único Rey,
y bendeciré tu Nombre eternamente;
día tras día te bendeciré,
y alabaré tu Nombre sin cesar.
El Señor es bondadoso y compasivo,
lento para enojarse y de gran misericordia;
el Señor es bueno con todos
y tiene compasión de todas sus criaturas.
Que todas tus obras te den gracias, Señor,
y tus fieles te bendigan;
que anuncien la gloria de tu reino
y proclamen tu poder.
El Señor es fiel en todas sus palabras
y bondadoso en todas sus acciones.
El Señor sostiene a los que caen
y endereza a los que están encorvados.
Por último, te invito a que hagamos juntos la siguiente oración:
Te bendecimos, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido grandes cosas a los que pretenden ser ‘sabios’ y se las has revelado a los sencillos. Te pedimos que también a nosotros nos des un corazón de pobre, que nos ayudes a ser sencillos y humildes y, sobre todo, que nos hagas sensibles al sufrimiento de los pobres y excluidos de nuestro mundo. Amén.
¿Tienes alguna pregunta, duda, inquietud, sugerencia o comentario acerca de estas reflexiones?
Regresar al comienzo del '14 Domingo del Tiempo Ordinario (ciclo A)'
You may wonder, 'how can I be part of the solution', 'how can I contribute?'. Learn more...